La Guerra de CHECHENIA
En 1991, de forma repentina e inesperada para la mayoría de los habitantes de Rusia, la Unión Soviética se disolvió y Rusia volvió a ser un estado independiente, pese a que Rusia fue internacionalmente aceptada como el sucesor natural de la URSS en materia diplomática, perdió mucho de su poder interno y externo, teniendo presente la desintegración de varios países por vía de conflictos étnicos o religiosos en varios lugares que antes se encontraban bajo la esfera soviética (como el caso de Nagorno-Karabaj), las élites de la nueva Rusia temieron que sucedieran dentro de su territorios hechos similares, pese a que étnicamente está compuesta por un 80% de rusos, durante el régimen soviético más de 100 nacionalidades tuvieron garantizadas su existencia como distritos o repúblicas autónomas dentro del esquema federal, respondiendo a una división étnica, otras comunidades, por su parte, no tuvieron derecho a este reconocimiento.
En la mayoría de esos enclaves los rusos étnicos constituyeron una minoría dentro de la población, pese a que sufrían de una desproporcionada representación en los gobiernos locales, ya que los rusos y miembros de otras nacionalidades participaban poco en la administración local, el tema de las relaciones entre el gobierno central, que favoreció la autonomía e incluso la independencia, y los poderes locales era uno de los grandes temas políticos a comienzo de la década de 1990, en la mayoría de los casos las demandas se resolvieron por la vía de conceder autonomía regional y privilegios tributarios, el Tratado de la Federación Rusa fue firmado en marzo de 1992 por Borís Yeltsin y la mayoría de los líderes de las repúblicas autónomas y los gobiernos étnicos, consistía en 3 documentos que regulaban los poderes reservados al gobierno central, la relación entre este último y los organismos administrativos federales y los poderes residuales en poder de los organismos particulares o locales.
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